miércoles, 13 de agosto de 2025

REFLEXIÓN POÉTICA: EL SURCO


La palabra verso nace de la tierra. En sus inicios, el verso era el vocablo que se utilizaba para hablar de los surcos que dejaban los arados de los que tiraban bueyes o caballos y se adoptó para las líneas de tinta que cruzaban los primeros manuscritos. Así que la poesía nace de la tierra, pero como cualquier planta, hay que cuidarla y trabajarla. Se trata de que cada cual pueda encontrar el verso que tiene dentro. O desde otra perspectiva, valorar que un poema es un terreno lleno de surcos donde darán fruto semillas imprescindibles. Quizás no para alimentar nuestro cuerpo, pero sí nuestro espíritu. 

POESÍA: SOLIDARIDAD


En un mundo 

donde hasta el viento 

pasa manchado 

de sangre,

la solidaridad y la paz

son las únicas banderas 

que nos quedan,

sobre todo ahora 

que el pensamiento 

se fija en la nada,

tan cerca 

de los acantilados, 

que en un descuido

siempre habrá alguien

que nos empuje

desde ellos al vacío. 

martes, 12 de agosto de 2025

POESÍA: NUBES


Hay días con el cielo

recubierto de grises

que invitan a regocijarse

con el arte que anuncian.

Cuando el cielo

es una bóveda azul

sin ninguna nube,

es un lienzo desnudo

en el que ningún pintor

se aventura 

a trazar dibujo alguno.


Los cielos

insoportablemente bellos

son aquellos en los que 

los cúmulos de algodón

con un relieve caprichoso,

ofrecen un espectáculo 

parecido a la Capilla Sixtina,

e intuimos 

un drama silencioso

en el que el sol

intenta infructuoso

abrirle paso a sus rayos

que chocan contra

un escudo impenetrable. 


Pero también las nubes

nos recuerdan

que la vida 

puede ser terrible

y que hay muertos

que no gozan 

ni de ellas, ni del sol, 

ni de estos cielos.


Y vuelvo a tener presente

la tragedia diaria

de morir asesinado 

por buscar comida

sin siquiera haber

cumplido quince años, 

todo lo que hago

y lo que veo últimamente

me trae imágenes

de ese horror, de esa tragedia. 

lunes, 11 de agosto de 2025

REFLEXIÓN: EL ODIO


Dime a quién odias y te diré quién eres”, no dijo nunca ningún profeta, ningún filósofo barbudo, y sin embargo pocas frases definirían mejor los días que vivimos, las personas que somos.

La palabra odio nos viene del latín, faltaba más, pero fue cambiando con el tiempo: si al principio se refería a algo que no nos gustaba o incluso nos enojaba —inodiare es el origen de enojar— en algún momento la palabra dio el salto cualitativo necesario para que la Academia, tan comedida, defina odio como “antipatía y aversión hacia algo o alguien cuyo mal se desea”. Y entonces todo cambia: una cosa es detestar a algo o alguien; otra muy distinta aborrecerle lo suficiente como para desearle —si no causarle— algún mal. Allí donde la aversión o el rencor pueden ser pasivos, el odio actúa: se hace cargo de lo que piensa o siente y ataca en consecuencia.

Hay por lo menos dos odios muy distintos. El odio personal acepta tantas causas que es casi un capricho: fulano cree que mengano lo ha perjudicado en un negocio o un amor o una partida de cartas y decide odiarlo de todo corazón. Son odios que, en general, no van muy lejos: la barra del bar o la mesa familiar o la oficina y se manifiestan, cuando lo hacen, en pequeñas putadas. (La palabra putada es tan hispana, tan apropiada para el odio personal: perjudicar al otro un poco, molestarlo, intrigar en su contra). El odio colectivo es otra cosa. Desde siempre —o algo muy parecido a siempre— fue el mejor instrumento de control y movilización social. Sin grandes esfuerzos, con imaginación escasa, los odios permitieron que se formaran grupos, sociedades, y dentro de esas sociedades grupos que se unían porque odiaban más o menos lo mismo. Cuando un grupo confuso no tiene nada en común, nada lo acopla tanto como inventarse un odio compartido.

No suelen ser originales. El odio, en general, es perezoso: no hay ninguno más fácil de imponer que el odio al otro —el “otrio”— en cualquiera de sus formas. El otro, en nuestras historias, es definido por ciertos rasgos básicos: el color de su piel, sus costumbres, sus dioses y santitos. La presencia de gentes diferentes casi siempre alcanzó para que jefes sin escrúpulos consiguieran convencer a seguidores sin cacúmenes de que esos otros eran el mal y había que atacarlos, aniquilarlos si cabía. Así se fue armando la historia. El otrio permitió y potenció los peores liderazgos. Y, en general, cuando un pueblo sufre y no consigue entender por qué, no hay nada más fácil que convencerlo de que la culpa es de esos otros y que deben por lo tanto odiarlos en todo el sentido de la palabra odio: desearles el mal, causarles el mal, hacer todo para tratar de destruirlos.

Ahora hay en España un partido más o menos legal y otros grupos cada día menos clandestinos que ponen en escena los mecanismos  más básicos, más clásicos, del odio: la sinergia entre unos imbéciles con pantalla que convocan a odiar a algún tipo de otro (los inmigrantes, los infieles, los zurdos, los homosexuales, los sin techo, todo lo diverso que nos enriquece) y otros imbéciles con palos y disfraces que completan ese odio con la fuerza bruta. Su estrategia es muy simple: conseguir que el país sea un escenario de odio. Así ganan. 

La libertad no tiene grados, no existe cuando unos la tienen más que otros. No hay libertad cuando con el pretexto de ejercerla se recurre al odio. 


domingo, 10 de agosto de 2025

POESÍA: AUTORRETRATO DE VAN GOGH


Seguramente esta tierra 

me quiere loco,

impaciente entre 

sus destellos blancuzcos, 

ahogado en la rendija 

negra de los acantilados

de macizos descuajados 

ante las nubes, 

erectos rayones de chicos 

premurosos y sabios

en el juego del abandono

inexcusable.

Esta tierra me quiere loco, 

o quizás rey. 

Me expulsa de sus calles

al palaciego refugio 

de sueños

sobre una austera 

taberna de realidades.

El artista sale del mundo

para añadir 

sus propios colores; 

se exilia

en su concupiscente 

tortura de esfuerzo  

ante su obra;

de la parturienta mirada 

densa siempre póstuma.

Si esta vida no tienta 

como fruto edénico, 

volvamos juntos 

a labrar el campo desierto.

Siega el sol 

y esculpe la noche

la maniaca bondad 

de ensoñaciones,

trasunto de mundos

inaprehensibles

para el ojo 

que no sabe aguardar

una posibilidad 

de conquista artística

sin el filo del hielo 

desconocido. 

OPINIÓN: TÍTULOS FALSOS


Imagino a uno o una de esos universitarios que se encerraba en casa en época de exámenes, perdiéndose ferias y fiestas. De los que estaba obligado a encontrar un trabajo de fin de semana para poder ayudar en el coste de sus estudios. De los que tenía miedo a suspender por lo de perder la beca. De los que a nunca le han dejado trabajar en aquello para lo que se formó. De los que tuvo que irse fuera para ver un contrato digno. De los que tuvo que opositar porque con el mero título no le servía para trabajar. De esos cuyos padres se privaron para que pudiera optar a una vida mejor. De los que sufrieron las múltiples reformas educativas que solo hicieron empeorar la situación. De los que encadenan interinidades, de los que no les dio la nota para la carrera que le gustaba. Por eso me parece un insulto superlativo que aquellos que se supone nos representan y dirigen, mientan presumiendo de unos títulos que no tienen o que no existen. Ser universitario es algo muy especial, no siempre recompensado y no siempre valorado. Ellos y sus titulitis se han reído de nosotros y no considero que sea un tema menor. Porque no se trata de considerar si para llegar a tener un puesto de relevancia política es necesario tener títulos universitarios, ahí no está la cuestión. Lo relevante del asunto es que toda esta gente que ha falseado supuestos títulos universitarios para presumir de ellos desde sus poltronas políticas, no han dado un palo al agua en su vida ni a nivel de estudios ni en el profesional. Su único mérito es haber sabido escalar dentro del escalafón de los organigramas de sus respectivos partidos, a base de haber sabido ponerse a la sombra del que maneja los hilos del poder. Empiezan en las juventudes del partido, pegando carteles y colocando sillas en los mítines y si tienen un golpe de suerte, alguien los mete en alguna lista electoral y de ahí al cielo. Al fin y al cabo, lo único que ha de hacer la mayoría es votar lo que ordena el partido, tampoco se necesita ser una eminencia para ello. Evidentemente, todo esto no puede aparecer en un currículum, por lo que tienen que adornarlo un poco. Así es como piensan y apuesto a que alguno o alguna de los que han sido pillados estará rumiando su frustración por la injusticia que se está cometiendo con ellos y ellas. Al fin y al cabo, se sacrifican por nosotros. Aunque esto último no lo ponen en el currículum, están convencidos de ello. Pero por encima de todo, está el mensaje implícito: la falta de respeto. Porque al fin y al cabo, es solo una mentira más del cúmulo de ellas que nos cuentan cada día. Esa sí que es una verdad de la que podemos estar seguros. El engaño no es el título falso, es quien lo posee. 

sábado, 9 de agosto de 2025

POESÍA: MIRADA VACÍA


Un dedo se posa 

sobre la llaga. 

Vacila su encanto 

terrenal 

en la prolongación 

del dolor. 

Éste se hace un muro 

donde el sol no corrompe 

su largo aliento, 

ni verdea al vuelo 

curioso de las aves, 

su abalorio canto. 

La entrega es imposible 

sin su grito mediador, 

sin el refugio 

transfigurado 

de lección 

que ha de aprenderse.

Algún cuerpo 

oscuro y superior

tenderá su abrazo 

a la naturaleza

desbordada de juicio. 

Esa carne elevada será 

la característica del que 

no devuelve la mirada 

porque está vacía.

viernes, 8 de agosto de 2025

POESÍA: DEDICATORIA


A los que soñaron 

sin abrigo 

con un pan de centeno 

bien horneado,

el cielo blanco para sus ojos.

A los que fueron 

machacados 

en las canteras 

de la soledad y el olvido.

A los que vendieron el fuego 

para curarse del frío,

el abrigo verde 

con botones negros 

y la pausa del pájaro

que purifica el aire.

A los desplazados 

del mundo 

que nacieron al alba 

con las cartas marcadas,

la luz clara de una historia 

de amor nunca escrita.

A los que bebieron 

el cáliz amargo 

de la angustia, 

la indiferencia y el vacío,

balas de un ángel 

disparando al poema.

A los que plantaron 

el junco de la esperanza 

en los márgenes del leteo,

un espejo para mirarse 

en el agua.

A los que trillaban 

el sol en la era 

con bestias dóciles,

cálida sombra contra 

el desvanecimiento.

A los que partieron 

desazonados 

desde un campo de tinieblas,

la calma que le negaron

las encarnadas voces 

de hipocresía.

A los que no nacieron 

para eso, 

pero hubieron 

de pastorear el ganado

y perder tiempo de escuela,

cuando en la sangre 

llevaban oculta 

su gota de artista,

¡que me den 

una copa vacía 

y la llenaré de lágrimas 

por ellos! para ellos. 

Para todos ellos,

lirios de Van Gogh 

y una partitura 

de Gustav Mahler.